He leído en varias ocasiones reflexiones del Papa Francisco en los que habla de la soledad como una de las características del presente. Una sociedad en la que hay millones de personas atrapadas en la soledad, deseosas de que alguien les dé un like en el Facebook, o de lograr aumenta el número de seguidores en twitter o en instagram o en otras redes sociales. Vivimos muchas veces solos y deseosos de una búsqueda sin medida de sentirse reconocido, para aplacar esta soledad. Lo llaman también la enfermedad del siglo XXI.
La búsqueda sin medida por sentirse reconocido esconde en muchos casos lo que hablaba el Papa Francisco la soledad. Es muy fácil aislarse de los amigos y de la familia y de las personas en general con las nuevas tecnologías, porque si no controlas los tiempos y los momentos son ellas las que te controlan a ti. El fenómeno del Pokemon de este verano ha sido un ejemplo…
Miles de amigos en las redes sociales y alrededor tuyo te sobran dedos de la mano para poder contar cómo te ha ido hoy, para poder ver los ojos de la otra persona, o la voz de alguien. La soledad se impone en muchos jóvenes y en muchas personas que de la noche a la mañana –todos tenemos la culpa de ello- se encuentran solas, sin nadie que les acompañe, sin nadie con quién hablar o con quien salir. Yo creo que la soledad es un mal de nuestro siglo…y lamentablemente hay muchos seres humanos así. Aislados detrás de un móvil, de una videoconsola, de unos cascos que te impiden escuchar el ruido de la calle.
Hace poco un chico me preguntaba: ¿Cuántos seguidores tienes en twitter? Y yo le decía que no lo sabía…lo miré y se lo dije. Y me comenta: Pero tú sigues a más de los que te siguen a ti. Yo le decía: ¿Y qué importancia tiene eso si yo no busco tener a muchos? Se quedó así un poco asombrado porque él consideraba que tenías que tener más seguidores que a los que sigues. Depende de para que uses las redes sociales, pero no creo que ese sea el secreto, sino el de comunicar, dar mensajes y ofrecer un servicio a los demás con lo que pones.
Hay quienes necesitan para sentirse bien que les digan: qué guapo, qué bien todo, qué grande, qué…..Y así les aumentan la autoestima. Si lo precisan y así es…pues ole qué guapo, ole que bien…pero no siempre hay que ser reconocido. Yo creo que no hacemos las cosas por reconocimiento. Si no mal vamos…creo yo. Detrás de ese deseo de reconocimiento está la soledad; el pensar en uno mismo en todo momento. Se nota mucho cuando una persona está integrado en un grupo, en una comunidad, trabaja por los demás, y cuando alguien sólo está pendiente de él o ella y sus circunstancias, porque hasta la “paponá” más “paponá” le molesta.
Que estemos pendientes de la soledad de tantas personas. Mira a tu alrededor, piensa y verás cómo hay muchas personas que lo están…lo notarás en sus ojos.
Muchas gracias a todos. @moniqueilles /Mónica Moreno
P.D.- Esta reflexión no podrá reproducirse en otro medio sin permiso ni autorización de la autora